El país de los los vivos muertos

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Accidente Panamericana 13/10/2006 - Foto: LaNacion.com

¿Cuántas personas más tienen que morir hasta que nos demos cuenta de que no todos los que manejamos somos pilotos de carreras? ¿Y cuánto falta para que entendamos que los pilotos de carrera corren en circuitos y que ellos también se matan al volante?

¿Hasta cuándo seguiremos pensando que somos inmortales o que nuestros súper autos nos salvarán ante nuestras impericias?

¿Por qué no respetamos las velocidades máximas y mínimas? ¿Y por qué los días de lluvia manejamos igual de rápido que de costumbre aun sabiendo que la adherencia es menor?

¿Qué necesidad tenemos de viajar pegados al paragolpes del auto de adelante cuando se necesitan al menos 30 metros de distancia si quien nos precede frena imprevistamente?

¿Por qué nos cuesta tanto anunciar los cambios de carril utilizando las luces de guiño?

¿Cuándo nos daremos cuenta de que el carril rápido no es para tránsito sino para adelantar vehículos? ¿Y que el carril lento es para el tránsito pesado y nunca para el sobrepaso por la izquierda?

¿Hace falta que nos digan que nos podemos morir en la primera bocacalle por no respetar el derecho de paso?

¿Todavía es necesario que nos recuerden (y que nuestros funcionarios recuerden) que los vehículos con tracción a sangre está prohibida? ¿Y que hay autos que por su estado no están en condiciones de transitar?

¿Somos conscientes de que atender el celular, cambiar de estación de radio o fumar mientras manejamos aumenta los riesgos de accidentes?

No, estos interrogantes en la Argentina siguen sin encontrar eco. Vivimos en el país de Fangio, del TC, de los pisteros, del tunning criollo. Donde nadie respeta a nadie y la calle es el fiel reflejo de ello; donde hacerle luces al de adelante en la ruta para pasarlo es señal de hombría; donde “asomar la trompa” en la esquina equivale a marcar territorio; donde usar casco en una moto y cinturón de seguridad en el auto es cosa de temerosos. Donde manejar con los hijos menores de doce años en el asiento delantero y los perros sueltos asomados por la ventanilla es cosa de todos los días.

Vivimos en un país en el que ceder el volante cuando se ha bebido es cosa de estúpidos; donde importa más llegar rápido que simplemente llegar; donde las compañías de transporte privilegian la carga a quienes la transportan.
Un país donde rige “la ley de la selva” en la que el peatón cruza por donde quiere, el motociclista pasa por cualquier lado, el automovilista acelera todo lo que puede mientras el taxista se mueve con impunidad y el colectivero impone su tamaño.

Vivimos en Argentina, el país de los vivos muertos.

Sobre el Autor

Periodista desde 1994 y amante de los autos de toda la vida. En 2006 le di forma a este blog. ¿Más datos? Clic en la casita ->

4 comentarios

  1. Totalmente de acuerdo, pero mientras sigamos generando a proposito el caos de tránsito (lo digo como país/sociedad) nada va a cambiar. Hay cosas sencillas que podrian tener efecto inmediato en el orden. Por ejemplo, controles de tránsito en las avenidas doble mano, donde los “avivados” ante el semáforo en rojo, avanzan por la contramano, o en los pasos a nivel, o en las banquinas. Otro tema es cuando permitimos que un recurso de amparo evita poner camaras para controlar velocidades, argumentando “invasión de privacidad”. O sea que el derecho de “circular por donde quiero” es mayor que la seguridad pública. Pero igualmente, yo seguiré quedando parado como un boludo en un semáforo en rojo, mientras los vivos pasan y pasan. Y seguiré esperando que me abran paso para sobrepasar por la izquierda. Y seguiré dejando pasar al peatón. Que se yo, capaz que de a poco algun otro se suma y, quien sabe, capaz que con eso evitamos alguna otra muerte inutil.

  2. La verdad, es tan claro lo que escribís, es lo que todos pensamos, ahora porque no se cumple todo esto, porque tenemos que esperar a tener una tragedia para darnos cuenta? No es mas barato para el gobierno prevenir estos accidentes? Claro ganan mas con las multas de transito, que lo que puede gastar un accidentado si es que sobrevive unas horas en el hospital, total a los hospitales sol dejan sin insumo.
    Que país y lo peor que los mayores culpables somos nosotros que le damos de comer a nuestros gobernantes, que las leyes las crean solo para afanar.

  3. Creo que no es cuestion de leyes ni de gobernantes, somos nosotros, yo y mi vecino, y todos los que obramos mal. Hago 20 kms diarios de camino de tierra, y voy a 80 y mas tambien, y sé que es imprudente, pero lo sigo haciendo. Hay linea amarilla, pero ningun policia cerca, y bueno, estaciono, total es por un rato. Tomamos conciencia siempre tarde de las cosas, la unica manera de hacernos respetar las leyes de transito es tocandonos el bolsillo. Que nos cobren suculentas multas, y empezamos a cumplir, aprendemos enseguida como debemos conducir un vehiculo, o cruzar una calle caminando. Pero la imbecilidad le gana a la prudencia. (se dice imbecilidad???) MUY BUENAS TUS COLUMNAS SERGIO

  4. Cristina Domenech el

    Soy Cristina Domenech, mamá de una de las chicas que murieron en el accidente de Santa Fe. Cuando uno lleva la negligencia prendida en el alma, cuando esa negligencia nos destroza lo más precioso que tenmos, seguimos rogando por los que seguimos vivos. Tengo otros tres hijos y la sensación es que todos los días se juegan la vida. Y esto no es una metáfora. Entonces pienso en cómo nos engañan los gobernantes. Porque deben hacerse los controles básicos con lo que tenemos, mejorar las rutas sí, pero YA, AHORA MISMO, es posiible evitar estos accidentes. La educación de nada sirve si no hay quien controle la ley. Somos hijos del rigor. En esta gran familia que es un Estado necesitamos un Padre que imparta y haga cumplir la ley. Querría saber qué pasaría si hacemos durante tres meses un control real con severas sanciones como inhabilitación para el manejo en caso de infracción además de multas importantes y cuyos fondos sean controlados por un tribunal de ciudadanos. La ética debe estar puesta al servicio de la vida. No al servicio de la coima, Cuántos de nosotros obraríamos distino si supiéramos que la pena a la trasgresión de la ley es importante? Somos hijos del rigor. Pero también somos hijos del subdesarrollo. El gobierno nos tiene en sus garras. Si no hay plan de cambio en lo externo es muy difícil que la condición humana no se imponga tratando de esquivar nuestros deberes. Somos hijos del rigor, pero el rigor está puesto en otro sitio que “valga la pena”.
    Nadie que transite por una pena como la nuestra puede ponerle precio. La pena vale tanto porque no tiene precio. El 2007 nos espera con una cama vacía. Esperemos que la pérdida de los chicos y la maestra en la ruta 11 sirva para que nuestros gobernantes y nosotros mismos sepamos que la vida y la alegría no tienen precio, que quisiéramos dar nuestra vida por volver el calendario atrás y así evitar que Delfina se suba a un micro en este país. Gracias Argentina. Te llevaste una hija, una hermana, una nieta, y vas por más…Cristina Domenech (mamá de Delfina Goldaracena)

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